Sinopsis
Hablar euskara es escupir. Limpiar la suciedad, romper la normalidad. Es un idioma ejemplo de la incapacidad. Es irreconciliable con la ciencia. Al euskaldun ni se le ocurre traducir la “Lógica” de Hegel, los euskaldunes no se recomiendan entre ellos nada escrito en euskara. El euskara se puede escuchar: para reír. El castellano nunca se le ha impuesto a nadie en ningún sitio. Lo dijo un rey, y aún así, no es una agresión al euskara. Al hablar euskara estamos ejerciendo un derecho (que nos ha sido dado por los demócratas). Cuántas veces lo hemos escuchado! Estamos contado la historia de una opresión cada vez que hablamos en euskara. El euskara completa una geografía, que supera todos los límites de los dialectos. Allí donde está el euskara, ahí está el pueblo vasco. Pero, ¿dónde está la tierra de ese pueblo? El idioma necesita una tierra: una estructura política, derechos propios. Para trabajar la tierra. Para crear hablantes. Para que los hablantes le hagan un hueco. El euskara nos da pruebas y conciencia de que somos un pueblo. La prueba de que vivimos. En conflicto.
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